sábado, 22 de diciembre de 2007

La innovación no sabe de bandera, edad ni color


Los inmigrantes tienen un gran espíritu emprendedor, tan sólo hay que dar una vuelta por la calle para darse cuenta la cantidad de extranjeros que hay trabajando en tiendas o restaurantes. Es cierto que pocos son los que dan el salto hacia otro tipo de empresas, pero también hay que señalar que eso no resta ni un ápice de mérito al factor emprendedor del que pueden hacer gala. Para ilustrar esta afirmación fijaremos la vista en el sector de la restauración y los alimentos, el punto fuerte de las empresas propiedad de inmigrantes. Es en establecimientos de este tipo donde se observa una doble clientela: por un lado a la gente que acude por la calidad, curiosidad o simple preferencia hacia los productos extranjeros; por otro lado tenemos a los propios compatriotas. Es por eso por lo que los restaurantes, las pastelerías, los establecimientos de alimentación extranjera tienen tanta afluencia de público: porque atraen a un público que conoce el producto que se ofrece y a otro público que lo desconoce pero tiene curiosidad por hacerlo.

Aún así, en cierta forma es triste que los inmigrantes sólo decidan montar negocios de esta índole, ya que podría haber un mayor intercambio de culturas con la forma extranjera de concebir el producto. Esta carencia viene motivada por los obstáculos aun existentes en nuestro país precio de las franquicias, impuestos, insuficiencia de ayudas en algunos sectores… Eso es lo que se debe cambiar para que la innovación de otras culturas nos pueda enseñar un par de cosas sobre lo que un negocio puede ofrecer.

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